Arquitecto ejemplar
Hablando de Gaudí, Carles Cardó afirma que este gran arquitecto nos alecciona sobre la modestia, la castidad y la pobreza. Cardó coincide con Folch y Torres a caracterizarlo como un hombre pobre, de esta manera “como el pobrecito de Asís tiró a su padre las ropas suntuosas de joven mundano, Gaudí se desnudó y quedó desnudo y libre. Tal era la entrega que había hecho a Dios de todo lo que dios da a los hombres”. Pero… ¿Quién fue este hombre tan ejemplar para muchos?
Antoni Gaudí i Cornet nace en Reus (Tarragona) en 1852. Su infancia trascurre en Reus. Allí cursó los estudios de bachillerato, se enamoró de los monumentos artísticos, y los visitaba siempre que podía. Posteriormente se traslado a Barcelona en medio de las turbulencias sociales y políticas del momento histórico.
En la Ciudad Condal estudia arquitectura a pesar de la deficiencia económica de su familia. Renuncia al matrimonio con una joven debido a su penuria económica. Renuncia que será definitiva al empezar a sentir indicios de vocación religiosa. Una vocación que nunca llegará a concretarse como monje, misionero o clérigo.
En 1878 Gaudí termina la carrera de arquitectura. Empieza a colaborar en distintos proyectos arquitectónicos. Una de sus primeras creaciones fue el proyecto de la fábrica para la Cooperativa Obrera Mataronesa. Esta creación figuró en la Exposición de París de 1878, dada la monumentalidad del proyecto. Recibe gradualmente encargos importantes que plasmará en sus bocetos, como el del oratorio del palacio del marqués de Comillas en Santander.
Hombre virtuoso
Hombre sencillo y cordial, es diligente en el trabajo. Se lanzaba a la composición de proyectos arquitectónicos, ya fuesen o no de realización probable, independientemente de la retribución económica. Precisamente, y a pesar de la laboriosidad de su profesión, Gaudí empieza a escribir su diario entre 1876 y 1879. Diario íntimo y lleno de sentimientos espirituales.
Se traslada a Tánger y al norte de África en compañía de su amigo el marqués de Comillas. Gaudí se inspiró a la hora de construir un pabellón para el marqués. Al mismo tiempo, su amigo Güell pretendía que nuestro genial arquitecto hiciese un gran edificio para las misiones franciscanas, idea que interesó Gaudí. La amistad entre la familia Güell, Cinto Verdaguer y Gaudí fue in crescendo a lo largo de los años.
Reflexionando sobre el carácter de Gaudí, el biógrafo César Martinell afirma: “Hay quien dice que su trato era huraño. No es cierto. Durante los últimos once años de su vida que le traté, siempre fue amable y bondadoso. Lo que ocurría era que el claro juicio que tenía de las cosas, que él creía tener, no admitía réplica y la insistencia de un contra opinante podía convertir sus respuestas decididas en polémica contundente”.
En el campo religioso, las actitudes de Gaudí cambiaron a los 40 años. Se impuso ayunos drásticos, a veces temiendo por su salud. Su amigo el obispo Torras i Bages tuvo que intervenir en más de una ocasión ante su exceso de sacrificios. Su aspecto, a veces, se parecía al de un trotamundos. Decidió tomar la comunión diaria en la misa. Era amigo de los animales. De este modo conseguía encarnar la espiritualidad franciscana en muchos de sus actos y actitudes frente a la vida.
Su itinerario personal se combina entre la contemplación y la arquitectura. Con una espiritualidad creadora, plasma en piedra sus ideas revolucionarias para el arte. Fruto de sus creaciones podemos contemplar la Casa Vicenç, la Casa Batlló, la Casa Milà, la Sagrada Familia, el parque Güell, la capilla-cripta de la Colonia Güell…
Finalmente, siendo atropellado por un tranvía en Barcelona, morirá en 1926, después de una vida dedicada al arte del cristianismo. El entierro fue una verdadera manifestación popular que homenajeaba a un hombre, a un genio y a un santo. Somos miles de personas que hemos sido iluminadas por su arte en cualquiera de sus obras. Algunas personas, como diversos turistas japoneses, se han convertido al cristianismo. Esta en marcha su proceso de canonización.
Su arte
En Gaudí se unifican el genio y el santo. Uno no puede ir sin el otro. Su fe vivísima se arraigó en una esperanza en Dios sin límites. La espiritualidad gaudiniana profundizaba más y más en el misterio de Dios.
El mensaje cristiano de Gaudí se expresa perfectamente en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. La obra inacabada refleja la admiración ante el misterio soteriológica-cristiano: la salvación que nos trae Jesús. La Sagrada Familia es el símbolo de la vivencia humana del Jesús divino entre los hombres y las mujeres de este mundo. Y Gaudí nos vio como a este Jesús, ser divino, se encarnó por amor a nosotros en obediencia al Padre.
El arte y la espiritualidad de Gaudí incluyen una admiración-imitación del Jesús de Nazaret. Imitación en la humildad y en la pobreza evangélica. Imitación en la vida contemplativa diaria del mismo Cristo. Y, así como Jesús, también Gaudí era un hombre de plegaria viva y participaba en la liturgia eclesial.
En la espiritualidad gaudiniana, el hombre y la mujer renuncian a las riquezas y los placeres de este mundo, a todo ofrecimiento de nuestra sociedad consumista, y anhelan las cosas celestiales. Parece una utopía, pero Gaudí era feliz así y así era como nos mostraba una nueva manera de vivir sin preocupaciones por el mañana, ni por apilar tesoros en tierra.
Humildad, plegaria, pobreza… son las claves del pensamiento y la espiritualidad gaudiniana. Así, J. F. Ràfols nos comenta:”Las obras de Gaudí son la vibración del propio espíritu al ritmo de la profundidad bíblica masticada cada mañana al oír la santa misa, que motivó durante muchos años y en todo momento su trabajo de apóstol y de artista.
Teologia gaudiniana
Además de contemplar el arte de Gaudí hemos de considerar el contenido teológico existencial, que es mucho. En primer lugar hay que destacar su cristo centrismo. En el templo de la Sagrada Familia el cimborio principal está dedicado a Jesucristo. Esto significa que en la vida cristiana, Jesús debe ser el centro. El cimborio secundario, a la madre de Dios, nos indica el amor que debemos de profesar los creyentes a la madre de Dios, teotokos.
La mariología de Gaudí es sencilla: es María quien nos trae a Cristo al mundo. Gracias a ella, y a través de ella, obtenemos nuestras gracias sobrenaturales para nuestra santificación. Por eso, no podemos vivir una vida cristiana indiferente ante el ejemplo de María, portadora de Cristo, presente en medio del pueblo en el misterio navideño.
Así, los cuatro cimborios pequeños simbolizan los cuatro evangelistas. Gaudí tenía muy clara la importancia de la Palabra para el creyente. Como fuente de vida y aliento, Palabra es creadora de amor, generadora de esperanza y alimentadora de nuestra fe ante las dificultades del complejo mundo moderno.
En segundo lugar, vemos de nuevo como en el templo de la Sagrada Familia, la fachada del Nacimiento de Jesús es recargada: simboliza alegría, gozo, cordialidad… En cambio, la fachada de la Pasión es retorcida, tétrica, símbolo de sufrimiento divino y humano, de la desesperanza y el encuentro final con el Padre después del abandono.
En Gaudí encontramos un arquitecto excelente, reconocido mundialmente. Pero, ante todo, vemos a un hombre sencillo, profundo, ejemplar: un místico de la cabeza a los pies.
Juan Manuel Gutiérrez Delgado
Escritor y humanista
Publicado en Catalunya Cristiana el 20 de diciembre de 2001, página 50.