En el Decimoquinto Aniversario de la Asociación Pro Beatifcación De Antonio Gaudí
Un Arquitecto en los Altares
A la muerte de Antonio Gaudí, el 10 de junio de 1926, existía ya un amplio sentir en la ciudad de Barcelona acerca de la santidad de este singular arquitecto. En el curso del mismo año una editorial barcelonesa publicó un volumen titulado "Antoni Gaudí. La seva vida. Les seves obres. La seva mort", con textos de 17 escritores que hicieron el elogio del artista desaparecido. Mosén Manuel Trens, que fuera director del Museo Diocesano, tituló su escrito "L'arquitecte de Déu" y trazó un perfil de un profesional entregado a la realización de su obra inspirada directamente por Dios en la Sagrada Familia. El arquitecto J. F. Ràfols concluía su artículo, reproducido luego en su libro de 1929, diciendo que Gaudí, fuera de fe, sería siempre incomprendido. Algún aspecto de su obra se puede entender siendo incrédulo, pero la síntesis estará solamente reservada a los creyentes.
Ha existido, pues, desde siempre, una estrecha relación entre fe cristiana yarquitectura de Gaudí, que además supo comprenderla sin remilgos de santurrón o meapilas. Sus amigos clérigos fueron siempre los de pensamiento más avanzado, partidarios de la nueva liturgia. Los obispos amigos de Gaudí, José Torras i Bages, de Vic; Pedro Campins Barceló, de Mallorca, y Juan Bta. Grau Vallespinós, de Astorga, fueron innovadores en su manera de entender la sociedad y el culto cristianos. De joven Gaudí, siendo todavía estudiante o recién laureado, sintió los problemas de su tiempo y se preocupó por las condiciones de los trabajadores demostrando reales inquietudes sociales, que plasmó arquitectónicamente en la Cooperativa Mataronesa, la primera establecida en España. Pero sus convicciones religiosas, adquiridas en el seno de una familia de menestrales cristianos y por la educación recibida en los Escolapios de Reus, donde el culto a la Virgen tenía una importancia soberana, se mantuvieron siempre recias y firmes. En 1883 proyectó la capilla del Santísimo de san Félix de Alella. El año anterior hizo para su maestro y amigo Juan Martorell, un sabio y un santo al decir de Gaudí, un proyecto de iglesia neogótica para el nunca construido monasterio de los benedictinos celestinos en Cuevas de Vera, en Almería.
La lista de obras de carácter religioso de Gaudí constituye la mayor parte de su trabajo como arquitecto. A las ya mencionadas siguen el Colegio Teresiano, a partir de 1888 para el padre Enrique de Ossó, actualmente San Enrique de Ossó otro relevante sacerdote fundador de una congregación y de unas escuelas con modernos programas de educación para niñas. De 1887 a 1893 se ocupó del proyecto y dirección del palacio episcopal de Astorga para el obispo Juan Grau. Desde 1898 comenzó a preparar el proyecto de la iglesia de la Colonia Güell, dando así continuidad a las obras de tipo social en las que había trabajado en la Cooperativa Mataronesa. Desde 1903 a 1914 se ocupó de la atrevida y muy artística restauración litúrgico-arquitectónica de la catedral de Mallorca a impulso del obispo Pedro Campins. Mientras, la obra de la Sagrada Familia proseguía y a ella dedicó Gaudí cuarenta y dos años de su vida, con un amor y una devoción que, al decir del arquitecto e historiador José Pijoan, no suelen poner los arquitectos en las piedras.
Pero el sentimiento religioso de Gaudí, su comunión diaria, los ayunos cuaresmales, entre ellos el de 1894, que estuvo a punto de causarle la muerte por inanición, sus diarias visitas al oratorio de san Felipe Neri para departir con su director espiritual, el padre Agustín Mas, la asistencia los domingos al oficio de la catedral, no sólo se refleja en su arquitectura sagrada, sino que está también presente en la de carácter profano. El palacio Güell, terminado en 1888, se remata con una cruz y en su interior las pinturas de Alejo Clapés rememoran la vida de santa Isabel en el gran salón que alberga una capilla donde, hubo una imagen de la Inmaculada Concepción. En la Casa de los Botines, de León, situó en mitad de la fachada la imagen de san Jorge, en 1892. En Bellesguard, edificio levantado entre 1900 y 1909, hay una torre de 35 metros de altura culminada con una gran cruz de cuatro brazos, la misma que se levanta sobre la torre del pabellón de portería del parque Güell, de 1903, recinto en cuya cota más alta está el Turó de les Tres Creus, un calvario que sustituyó a la capilla que no se pudo erigir por cuestiones económicas. El banco cerámico alrededor de la plaza llamada del teatro griego, contiene frases de unas poesías dedicadas a la Virgen. La Casa Batlló, entre 1904 y 1906, tiene en lo alto una cruz de cerámica de cuatro brazos y debajo los anagramas de Jesús, José y María. Y qué decir de la Casa Milà, dedicada a la Virgen.
Un arquitecto con una trayectoria perfectamente cristiana a lo largo de toda su vida, con rasgos heroicos algunas veces, con una dedicación total a su oficio sin ambiciones políticas ni económicas, sin otros vicios que la amistad de personas tan religiosas como él, es evidente que puede considerarse la vía de la santidad, categoría que se alcanza no “ad digitum”, sino tras un largo y muy minucioso proceso y siempre que se demuestre la existencia de un milagro obrado por Dios por intercesión del candidato a beato o santo.
No parece, pues, descabellada la idea de continuar un proceso iniciado en 2002 con vistas a una posible beatificación de Antonio Gaudí, que sería el primer beato arquitecto de la historia.
Juan Bassegoda Nonell